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 tecnología. En la dialéctica fraudulenta del mito, todas las pruebas de la estafa digital carecen de valor, pues el proble- ma nunca radica en la tecnología, sino en las organizaciones y personas que no son capaces de aprovechar sus infi- nitas bondades. Y como evidencia de la verdad digital siempre aparece un caso de éxito, el testimonio de alguien que efectivamente consiguió hacer fortuna en el nuevo escenario post-analógico y que envanecido por su éxito se presta a decirles a los demás lo torpes que son, y lo mucho que se pierden por dudar de la nueva fe tecnológica.
Si en el pasado nos convencimos de que los problemas de la democracia se solucionan con más democracia, el nuevo mantra de la vida pública es que los problemas de la tecnología se solu- cionan con más tecnología.
La falta de creencia y de competencia es, en efecto, la gran treta que el mito digital utiliza para salvar la distancia entre sus promesas y sus resultados. Son los empresarios y las administra- ciones los que no lo están haciendo bien. Son los políticos, los medios y los ciudadanos los que están confundidos; y la culpa es nuestra, en ningún caso de la tecnología, que ofrece ventajas y oportunidades que neciamente no es- tamos sabiendo aprovechar. Poco im- porta que en su conjunto el efecto de
El relato de la transformación digital es una colección de mentiras y promesas incumplidas, tan apabullante que su único precedente similar es el marxismo. Ni siquiera las religiones le son comparables, pues las promesas que vierten aquellas son para la otra vida   .
la digitalización haya sido ruinoso para la gran mayoría, que el progreso anun- ciado haya sido retroceso en los gran- des valores de nuestro sistema de convivencia: transparencia de la vida pública, calidad de la participación política, seguridad y estabilidad en el empleo, educación en la tolerancia y el respeto, solidaridad e igualdad en- tre clases.... Como siempre aparece un agraciado que da fe de lo contrario, automáticamente el problema deja de ser de la tecnología para recaer en el mal uso o insuficiente adaptación a ella. Si en el pasado nos convencimos de que los problemas de la democracia se solucionan con más democracia, el nuevo mantra de la vida pública es que los problemas de la tecnología se so- lucionan con más tecnología. Y en esa espiral autodestructiva estamos, ca- vando más hondo nuestra propia fosa, cada vez más ciegos e insensibles a las evidencias que muestran que la
transformación digital, con toda su uto- pía de un mundo mejor y más justo, no es más que marketing promocional de sí misma, un medio para su propio fin, un discurso de trascendencia para un propósito mezquino y exclusivamente mercantil, disolvente de muchos de los avances y grandes conquistas sociales y políticas de las sociedades occiden- tales desde la Ilustración hasta hoy. Es
Es hora de quitarnos la venda
y de descubrir la verdad oculta tras el mito. Y la verdad es incultura y gamificación, empoderamiento de la ignorancia, manipulación e intoxicación informativa, empobrecimiento del debate...
hora de quitarnos la venda y descubrir la verdad oculta tras el mito. Y la verdad es incultura y gamificación, empodera- miento de la ignorancia, manipulación electoral e intoxicación informativa, empobrecimiento del debate público, exaltación de las emociones frente a la racionalidad, gobierno de la merca- dotecnia, abusivos monopolios em- presariales, precarización del empleo, aumento de las brechas salariales y deslocalización de la producción hacia países con mano de obra esclavizada. El mito digital no es una mera patraña: es la gran patraña.
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